17 de mayo de 2014

en defensa de



LAS BIBLIOTECAS


Descubrí las bibliotecas algo tarde, la verdad, debía de tener once o doce años. La descubrí porque abrieron una en los bajos de unos bloques de pisos cerca de mi casa. La descubrí mientras iba a clases de kárate pues tenía que pasar por su puerta irremediablemente. La descubrí el primer día que tuve que ir solo hasta el gimnasio. Al pasar por la puerta me detuve, me asomé y entré como hipnotizado por aquella cantidad de libros cuyos lomos de colores me decían: “quédate”. Y me quedé, y llegué tarde al gimnasio, y dentro me encontré con Juan Pedro, “el Juanpe”, mi vecino del segundo y nos volvimos locos allí.

Tengo que decir que el kárate desapareció pronto de mi vida no sé si fruto de aquel encuentro o porque realmente nunca me interesó. Lo que sí que se quedó en mi vida fue La Biblioteca. El Juampe me propuso crear una en su casa y yo acepté, cada uno aportó lo que tenía. Allí aparecieron Moby Dick, Los Cinco, Los Hollister, Tom Sawyer, Mortadelo y Filemón, Rúe del Percebe 13, los Superhumor, y los libros de lecturas SENDA de Santillana. La aventura no duró mucho, apenas un verano, la mamá del Juampe se cansó de tener siempre a los muchachos del bloque entrando y saliendo de su casa, bendita paciencia la que tuvo. Y además se nos acabaron las lecturas y el resto de usuarios no colaboraban reponiendo títulos y mucho menos novedades.

A partir de aquí Las Bibliotecas se convirtieron en compañera para toda la vida, en ellas estudié desde el bachillerato hasta la universidad, en ellas leí teatro, mucho teatro, en ellas me enamoré fugazmente, en ellas hice amigas y amigos, en ellas tuve acceso a libros, lecturas e información que hacen hoy de mi lo que soy, en ellas conté cuentos por primera vez cobrando. En ellas hoy paso gran parte de mi tiempo laboral.

Por eso cuando una biblioteca se cierra, cuando se recortan sus presupuestos, cuando se reduce su personal, nunca suficientemente reconocido, cuando en definitiva se veta el acceso de los ciudadanos a la cultura más democrática, me siento triste. Hoy me siento triste porque las bibliotecarias y bibliotecarios de Castilla-La Mancha están concentrados en Toledo para pedir que el martillo pilón de su administración no acabe con un tejido de bibliotecas y recursos que ha sido modelo en nuestro país durante años y que hoy está pasando por horas bajas, y quizá no las más bajas.
Si quieres saber más sobre ellos y su manifiesto puedes entrar aquí y puedes firmar su petición aquí.

Mi apoyo y el apoyo de Légolas en este desasosiego que les asola y que mucho nos tememos no ha hecho más que comenzar.

Manuel Castaño.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡¡Gracias por el apoyo y esta hermosa experiencia vital de tu relación con las bibliotecas públicas!!