EL VALOR DE LA CULTURA
Hace tiempo que se venía oyendo que los servicios culturales de las bibliotecas municipales de Madrid iban a ser privatizados. Hace el mismo tiempo que los que participábamos de alguna manera en estos servicios nos resistíamos a creerlo por lo que supone tener un intermediario (una empresa de servicios), que puede o no saber de qué se trata en esto de la narración oral, que puede cuidar las condiciones técnicas, de trabajo y escucha, o no, y que puede respetar tu caché o no. Bueno, pues la privatización ya está aquí. Ha llegado a través de licitación, con números, datos y precios, con anexos, prescripciones técnicas y números de expediente.
Cuando esto solo era un rumor, algunos de nosotros pensábamos, que de ser cierto, tal vez podríamos acceder a la convocatoria. Nuestro mayor problema, ignorantes que somos, era cómo hacer frente a las consabidas fianzas, avales y demás requisitos económicos que se planteasen en esa futura licitación. Llegamos pensar en crear una UTE entre varios para poder hacer frente, al menos a la posibilidad de presentarnos al concurso.
Ayer recibimos información de la famosa licitación y mira tú por donde lo que menos nos importó es precisamente este último asunto de los avales financieros, solo piden un 5% de casi 41.500 €. Que es una suma importante, pero afortunadamente es un porcentaje muy bajo en comparación con otras licitaciones. Lo que verdaderamente nos importó, molestó y desilusionó es el precio adjudicado a cada una de las sesiones, a saber (precios sin IVA):
- Sesiones de cuentos infantiles y adultos, 110 €
- Clubs de lectura, 76 €
- Tertulias en inglés, 43 €
- Tertulias filosóficas, 93 €
Además de los cachés establecidos la convocatoria especifica que, las personas o empresas que ejecuten estas actividades deben de ser (copiamos textualmente) “impartidas por narradores especialistas en las materias o disciplinas o interpretadas por compañías y artistas de calidad”. Como la licitación no permite la contratación en bloques, en caso de presentarnos nosotros, pues creemos cumplir ese requisito de ser especialistas de la narración oral debemos ejecutar además los clubes de lectura, charlas en inglés y compartir nuestro pensamiento filosófico. Creemos que no hay tantos demandantes de empleo que puedan cumplir este perfil laboral. Obviamente esto no está redactado pensando en nuestro colectivo, está pensado para una empresa de servicios culturales.
Casi día a día, casi contratación a contratación nos toca pelear por la remuneración económica de nuestro trabajo. Explicar a quien nos contrata por primera vez que contar cuentos va más allá de la hora que dura la sesión. Empieza con la formación del narrador o narradora, que nos cuesta dinero porque la persona que nos forma también come, tiene familia, paga alquiler o hipoteca, y por supuesto impuestos, pues es un profesional. Continúa con la búsqueda del repertorio, y esto supone leer muchos cuentos, visitar la biblioteca y acceder al préstamo, y comprar libros. Si cuentas en una biblioteca más de una vez tienes que poder ofrecer un repertorio amplio, somos profesionales y nuestra ética personal no nos permite repetir. Ya con la historia elegida hay que cocinar el cuento, preferiblemente a fuego lento, pues sabrá mejor y no se pegará, y eso es más tiempo. Más tiempo. Hecho este trabajo más creativo viene la puesta en escena, una hora de duración. Más tiempo. Una hora en la que intentamos ejercer nuestro trabajo con técnica, formación, profesionalidad, dignidad y arte, si es que podemos y si es que nos dejan.
A todo esto debemos sumarle: tiempo y gastos de desplazamiento, amortización de vestuario y equipos informáticos, material de papelería para las facturas, teléfono, impuestos y en nuestro caso un gestor. Eso sin tener en cuenta que nuestro principal cliente, las administraciones públicas, en muchas ocasiones tienen problemas para pagar en los plazos establecidos. Claro que nosotros eso no se lo podemos decir a la Agencia Tributaria y en la mayor parte de los casos adelantamos IVA, IRPF y SOCIEDADES (otros el alta en Autónomos) sin haber percibido lo que la administración nos adeuda. Y es entonces, cuando explicamos todo esto, cuando la persona que nos quiere contratar entiende el porqué de nuestro caché.
Si sumamos todos estos factores y restamos el caché que ofrece el Ayuntamiento de Madrid, a nosotros no nos salen las cuentas. Y menos cuando lo que se nos está pidiendo es una rebaja de más del 50% respecto al caché que cobrábamos en 2010 con éste mismo ayuntamiento. Y mucho menos en estos tiempos de crisis, en los que se ha reducido el trabajo, pero se han incrementado los costes.
Resulta curioso leer en la convocatoria que deberemos presentar (copiamos textualmente): “Una relación de los principales servicios o trabajos realizados en los últimos tres años que incluya importe, fechas y el destinatario, público o privado, de los mismos”. El objeto de esta relación será para comprobar la valía y especialidad de los que desarrollen el programa. O tal vez lo que se van a ahorrar.
Otro aspecto reseñable es la baremación de la propuesta que concede 10 puntos al proyecto de ejecución, (copiamos literalmente) “descripción de la actividad, los objetivos a conseguir, medios técnicos con los que se va a contar, valorando en él el detalle de descripción y la adecuación a los objetivos a conseguir”. Es decir, que el qué contamos, cómo lo contamos y cómo lo vamos a desarrollar solo vale un 10% de los puntos. ¿Para qué se necesita entonces un especialista?
Un 50 % o lo que es lo mismo, 50 puntos son para la propuesta económica. Es decir, que cuanto menos cueste mejor. Y los 40 puntos restantes se los lleva la propuesta de mejora, que en la propia convocatoria especifica que se tratará de la publicidad de las actividades y que no podrá exceder de los 3000 €, debiendo entregar al Ayuntamiento para la difusión 20 carteles y 10.000 folletos, con especificaciones sobre el tipo de impresión y el gramaje del papel. Nada dice de dónde han de salir los gastos de diseño.
Con este tipo de baremos, dejan bastante claro que la calidad de las actividades, no sólo las de narración oral, sino también los clubes de lectura y tertulias, no es lo más importante, que vale más una buena publicidad que un trabajo de un profesional de calidad. ¿Dónde está la realidad cultural?, ¿un espacio público donde la cultura vale menos que un folleto publicitario?.
Dejando a un lado el disparate de los porcentajes, centrémonos en los cachés. En total se deben realizar 406 actividades, que prorrateadas entre los 3.000 euros de la difusión publicitaria supone que a cada una de ellas en su caché deben restárseles poco más de 7 €. Si en las sesiones de cuentos, que son las mejor pagadas, a los 110 € de la sesión, se le restan los 7 € de difusión, pongamos que 1 € de diseño de la cartelería y folletos, y tan solo un 10% de beneficio para la empresa adjudicataria (poco beneficio si de verdad ejercen de gestores, pues la empresa también tendrá sus gastos), es decir, 11 €. Al narrador o a la narradora le llegarían en el mejor de los casos 91 € por todo el trabajo realizado. Aquello de formación, creación preparación, ejecución…
Pues eso, que no nos salen las cuentas. A este precio pocos profesionales de la narración oral encontraremos en las bibliotecas del ayuntamiento de Madrid. Más bien habrá monitores de tiempo libre que lean cuentos, muchísimos más baratos, como ya ocurre en otros ayuntamientos y comunidades autónomas también privatizadas en este sentido. Con el tiempo los usuarios de este tipo de actividades de las bibliotecas dejarán de acudir a las sesiones. Con el tiempo al no haber demanda se suspenderá el servicio, y las bibliotecas volverán a ser almacenes de libros y estudiantes previos en época de exámenes. Con el tiempo quedarán diluidas en la memoria los empeños y las ilusiones de aquellas bibliotecarias y bibliotecarios que apostaron por otro tipo de bibliotecas. Entre las que Madrid capital fue pionera. Con el tiempo algún compañero o compañera aceptará estas nuevas reglas del juego, cada cual se deja explotar como quiere. Con el tiempo tal vez tengamos que cambiar de oficio.
Si la cultura no está al acceso de todos, si continúan privatizando bibliotecas, centros escolares y valorando más la cuestión económica que el proyecto educativo o aporte cultural a la sociedad, ¿a dónde vamos a llegar?, ¿dónde quedará todo aquello por lo que luchó tanta gente (padres, abuelos, bibliotecarios, maestros)?
Esperemos a que no llegue el tiempo que Ray Bradbury relataba en Fahrenheit 451 y vayamos todos como zombis por el mundo después de que nos arrebatasen todo, en ese caso, los narradores orales y otros muchos tendríamos que hacer de bibliotecas preservando las historias más memorables de la humanidad.
Salud amigos y amigas. Nos vemos en los cuentos, o no.
PD Si aún te quedan ganas de seguir leyendo sobre este tema, lo puedes hacer en los blogs de Pep Bruno y de Los cuentos de la luna.