ME HICIERON VOLAR.
Todavía ronroneaba entre mis piernas el gato negro del último cuento, cuando Manuel me sugirió escribir algo acerca de esa noche de cuento con Cristina Verbena. No me lo pensé mucho, la verdad, y después de mandar a paseo a mi vergüenza, acepté con una sonrisa.
Andando hacia casa me preguntaba por qué castigaba a mi cuerpo a esas horas de la noche si al día siguiente sonaría la chicharra a las 6 de la mañana. Pero, inmediatamente, se dibujó de nuevo una sonrisa en mi cara y lo supe.
Las historias de Cristina me hicieron volar enseñando mis dientes como faros en la oscuridad. Su voz cantarina me arrulló cual nana cálida y nocturna. Y, como orgullosa habitante del valle de los vientos, aunque hubiera vivido 7 años en Italia, Cristina moldeaba sus rizos a un ritmo natural y sincero, digno de una de las contadoras de mentiras más cercana que he escuchado jamás.
Gracias Verbena por hacer así por la vida.
Eleazar.
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