SUSURRAR PARA LANZARSE AL VACÍO
Cristina
Temprano tiene un algo en su forma de narrar que nos encandiló a unos y nos
enfrió a otros. A mi me pasaron ambas cosas.
Cristina
me encandiló con su forma de plantear la sesión, con el hilo conductor, ese
piso (o pisos) de estudiantes y esa cocina dan mucho juego, sobre todo si son
mujeres quienes la
habitan. Me trasladé totalmente a mi época de universidad e
incluso me pareció reconocer a su Sofía… Me gustaron sus historias, alguna más redonda
que otra, pero bien enredadas entre sí. El amor, el desamor, el enamoramiento,
el miedo, el temor, el corazón, y las emociones que conllevan aparecieron en
aquella cocina, en aquellos pisos, y en la propia Salamanca
universitaria.
Cristina
me dejó frío con la pausa, hizo una primera parte larga, quizá un cuento menos antes
del descanso hubiese estado bien, una primera parte falta de velocidad, y con
un volumen tímido. La segunda parte ganó en viveza, en seguridad de la narradora. Es como si
hubiera necesitado alargarse y susurrar para lanzarse al vacío después, con
participación del público y todo, que eso siempre es un riesgo.
No
lo tuvo fácil en La
Corrala. Una espontánea vestida de rojo San Valentín no paró
de hablar hasta que se fue. Menos mal. Aunque el paso continuado de camareras,
croquetas y tostas tampoco se lo pusieron bonito. Esto, ¿no se podría cuidar?,
amigos de Légolas.
Lucas Fondón.
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