25 de febrero de 2013

la crítica de La Corrala


SUSURRAR PARA LANZARSE AL VACÍO


         Cristina Temprano tiene un algo en su forma de narrar que nos encandiló a unos y nos enfrió a otros. A mi me pasaron ambas cosas.

         Cristina me encandiló con su forma de plantear la sesión, con el hilo conductor, ese piso (o pisos) de estudiantes y esa cocina dan mucho juego, sobre todo si son mujeres quienes la habitan. Me trasladé totalmente a mi época de universidad e incluso me pareció reconocer a su Sofía… Me gustaron sus historias, alguna más redonda que otra, pero bien enredadas entre sí. El amor, el desamor, el enamoramiento, el miedo, el temor, el corazón, y las emociones que conllevan aparecieron en aquella cocina, en aquellos pisos, y en la propia Salamanca universitaria.

         Cristina me dejó frío con la pausa, hizo una primera parte larga, quizá un cuento menos antes del descanso hubiese estado bien, una primera parte falta de velocidad, y con un volumen tímido. La segunda parte ganó en viveza, en seguridad de la narradora. Es como si hubiera necesitado alargarse y susurrar para lanzarse al vacío después, con participación del público y todo, que eso siempre es un riesgo.

         No lo tuvo fácil en La Corrala. Una espontánea vestida de rojo San Valentín no paró de hablar hasta que se fue. Menos mal. Aunque el paso continuado de camareras, croquetas y tostas tampoco se lo pusieron bonito. Esto, ¿no se podría cuidar?, amigos de Légolas.
        
Lucas Fondón.

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