PABLO ALBO
Pablo Albo nació en Alicante a la orilla de la mar
mediterránea. Ya de niño tenía la mirada perdida como si acabara de recibir una
pedrada o como si anduviera siempre pensando en sus cosas. De joven igual. No
es que fuera despistado, aunque lo pareciere, es que andaba fabulando. Le puso
tanto empeño que hoy por hoy no sabe hacer otra cosa: Inventar historias y
contarlas de viva voz o por escrito. A eso se dedica. Todos los días se
levanta, friega lo quedó de la cena de anoche, hace la cama, barre las pelusas
del pasillo, da de comer a su erizo, le cambia el agua y se pone a fabular,
sentado frente al escritorio o paseando por Albacete a donde le llevó un amor
verdadero que tuvo y conserva o sentando frente a ese mar azul tranquilo de
Alicante que cuando nadie mira le dicta las mejores historias al oído.
Matamala.
Lo que callan los rincones.
Lo que callan los rincones.
Matamala
fue un pueblo de aquellos que existieron en los años 20, 30, 40, 50, 60 o
por ahí, cuando había más moscas que coches, cuando los coches llevaban los caballos
por fuera y las calles eran de tierra para que los chiquillos pudieran jugar a
las canicas.
Era
de esos pueblos que a lo lejos se ven pequeños pero se van haciendo grandes
conforme te vas acercando, aunque tampoco mucho. Tenía dos o tres calles, según
como la miraras y estaba cerca de Hierbabuena, localidad con la que, claro,
mantenía una visceral enemistad desde el principio de los tiempos.
Pasaron
tantas cosas en Matamala... Quién sabe qué terminaremos contando. Quizás lo que
pasó aquel día que se encontraron un romano enterrado... o aquella vez que
hicieron un río con papel de plata en la calle de la cuesta y la pensión se
llenó de pescadores...
O
aquella boda entre el guardia civil y la panadera, en la que los comensales
empezaron a lanzarse miguitas de pan y terminaron orientando a un piloto
de Iberia que había bajado a preguntar por la dirección hacia Cuenca...
O
aquel accidentado partido de fútbol que mientras hacían la repetición del gol a
cámara lenta, al campo llegó un fuerte olor a canela. Y el que se encargó de
investigarlo recibió tal sobrecarga de emociones sensuales que a punto estuvo
de perder la cabeza, literalmente...
JUEVES 18
Oct.
21:00 h.
La
Corrala. C/ Damas nº 9.
Consumición mínima 3 €.
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