10 de octubre de 2008

la crítica de Santiago

UNA VOZ CÁLIDA, DULCE Y MODULADA
De nuevo he vuelto a disfrutar del espectáculo más barato -tan sólo 1 euro y medio, el suplemento de la consumición- y, sobre todo, del más absorbente. En ningún otro he conocido tal modo de absorberte, de desaparecer de tu propia realidad cotidiana y de la manera más agradable.

El contador nos deleitó con una preciosas y originales historias y, especialmente, con su profesionalidad y su técnica. Una voz cálida, dulce, muy modulada en el contar. Una voz aún más cálida y suave si cabe, a la hora de cantarnos y de acariciar su guitarra, como apoyo, ayuda y complemento del cuento, unas canciones delicadas y de un riquísimo léxico. Como guinda de tanta profesionalidad, su saber hacer con esas preciosas marionetas con que también acompañaba sus cuentos. Esto sí que fue un auténtico tres en uno, vamos...!

Sin duda, fue para mi una enorme satisfacción poder escucharle, poder disfrurle.

Mi "pero"... pero un pero muy muy personal -con lo cual, casi será mejor que no le hagáis ningún caso-, ... pues alguna extraña sensación de que le faltaba empatía con el público, como de algo de frialdad o de distancia. No es en absoluto una crítica hacia Alfredo Becker. Primero, porque como ya dije es tan sólo una impresión. Por otro lado, todos sabemos que el orador puede en un momento dado no sentirse a gusto o con la sala o con el público o consigo mismo o lo que sea... (Y tiene todo el derecho del mundo a ello!). O...porque puede ser tímido quizás, no?! ¿Os parece raro o contradictorio esto de que una persona que actúa ante el público pueda ser tímida? Pues a mi no, de hecho creo que es muy, pero que muy frecuente (pero este asunto ya sería tema de otro artículo). Además...esto de la empatía narrador/público... es como lo de la química entre dos personas, que o se da o no se da y punto, sin que tengamos que saber a qué se debe y sin que tenga que ser responsabilidad de ninguno?


Pues...entonces...eso, en lo que habíamos quedado, que no me hagáis ningún caso!

Eso sí, espero que, como yo, sigáis acudiendo a disfrutar de gente de tanta valía y
profesionalidad. Y a disfrutar de nuestra propia y mutua compañía, claro.

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